De las horas en el juego, de las tardes y mañanas en la ilusión de una ejecución más ajustada y valiosa. Porque se pedía la vez cuando el tiro erraba y se sobrepasaban los límites de la casilla o se pisaba la raya. Había que avanzar en cada vuelta exitosa. Del uno al dos, y al tres, hasta el 9 o el 10, según el modelo. Así, hasta llegar a la última, a la que se accedía tras la puntería y el equilibrio sostenido. Había que llegar de una lanzada al final del recorrido. Sí, que las dificultades variaban conforme la jugada se iba completando.
Otra particularidad eran las piezas de los compañeros en la partida, que ocupaban su lugar y a las que se debía tener en cuenta. Podías rebotar en ella, desplazarlas... Y los retrocesos se cumplían, los avances tenían sus alegrías y mérito, tan evidentes.
Ahora, leo ágilmente el libro de Cortázar, Rayuela, y me gustaría acudir a una reunión del Club de Lectura que la Fundación Francisco Umbral convocará, próximamente, para poner en común las impresiones de un pequeño grupo de lectores y lectoras que se dan cita en la Biblioteca Francisco Umbral de Majadahonda, en torno a la lectura de esta publicación, que ya se propusiera como lectura compartida, en el aniversario del nacimiento de su autor, allá por 1914.
http://www.literaberinto.com/cortazar/cortazar.htm
http://www.clubcultura.com/clubliteratura/clubescritores/cortazar/
http://www.cervantes.es/bibliotecas_documentacion_espanol/creadores/cortazar_julio.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/Rayuela_(juego)
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