ARCO 2018

Ha llegado este año ARCO con polémica, la cansina variación sobre el mismo tema, traída para la ocasión, de la mano de un artista que se posiciona ideológicamente con mayor amplitud y enreda a otros, o se dejan enredar, porque la organización de la Feria de Arte Contemporáneo, de mayor repercusión nacional e internacional, conocía la circunstancia explícita, desde hacía semanas, meses... En fin, que no es un tema tabú que se haya colado IFEMA.

Veamos, se trata de una obra que se vende y se retira para poner otras que pudieran tener la misma oportunidad de venta. En principio, la cosa no tiene más misterio y se hace con normalidad en estas ferias anuales por todo el mundo. Otra historia es que toda la movida estuviera planificada de principio a fin, a modo de carnavalada, una más de las muchas a las que venimos asistiendo vía whatsApp, que se nos cuelan en el vivir diario desde círculos próximos de relación, a las que prestamos unos minutos, y se olvidan, porque se eliminan a la primera, en nuestros dispositivos informáticos. 

Los enfados y pláticas, a posteriori, nos dejan en el mismo lugar para seguir buscando la mejor salida a la historia de presiones innecesarias que nos debilitan como grupo social, en la globalidad generalizada, y que tantas veces nos estresa. Porque llegará la realidad despejada de agravios y molestias. El tiempo que nos lleva ha resuelto problemáticas mucho más complejas. Y sigue la comunidad, en su vivir, resuelta.

Seguimos el evento que hacen posible instituciones, coleccionistas, público en general, artistas, galeristas, entre ellas, Helga de Alvear, porque en su stand se exponía la obra con un título tan descriptivo y barroco que da cuenta de todo este relato que es novela corta y se hace pasar por obra visual, un cadáver exquisito que pasará, creo yo, a la historia de la feria, sin pena ni gloria.

Otra anécdota es el mal trago que está pasando Carlos Urroz, director de ARCO desde hace unos años y responsable último de comunicación, entre otras cosas.