Era la última hora del miércoles pasado, una día de víspera para el fin de semana cálido, dulce, larguísimo. Y tuvimos novedades en el tiempo de trabajo.
Una nueva lectora, su nuevo carnet, y unas confidencias en torno a la actividad teatral que se practica: dos amigas que hacían tiempo esperando a una tercera. Tiempos de verdad, tiempos que se toman y se tornan ganancia percibida, compartida, plena.
Otra alegría: del último capítulo, el XIX, de Las cenizas de Ángela, de Frank McCourt, Premio Pulitzer, entre otras distinciones, a El mundo de ayer, de Stefan Zweig, las memorias de un europeo, como nos traducen J. Fontcuberta y A. Orzeszek.
Volver a la lectura, a las aventuras que están ahí, esperándonos, para ser los mismos y otros, acogiendo el tiempo tal como él nos quiere, en palabras de Shakespeare (Cimbelino).
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