23 de noviembre - Cinco de la tarde. Aburrimiento dulce junto al fuego.
Por la noche, paseo solitario por las calles del pueblo. No hay nadie en ninguna parte. El farol del sereno vuelve una esquina lejana. Al pasar, oigo sonar los relojes de las casas. Casi todos van anticipados. En las poblaciones industriales, los relojes van, generalmente, adelantados; en el campo, atrasados. Se oye, a veces, correr un grifo dentro de una casa. Hay mucha gente -sobre todo los pobres- que duermen con las ventanas abiertas; algunos, pocos, con la ventana entreabierta. Los que madrugan duermen con los postigos rigurosamente cerrados. La aparición de una rendija de luz en una ventana que, de adolescente, me producía un efecto afrodisíaco, ahora me lleva al ascetismo. A veces se oye a alguien que sueña. En las casas de planta baja, se llega a oír cuando una persona se vuelve sobre el colchón. Una mujer dice: "¡Ay, Señor!", en algún sitio.
Josep Pla.: El cuaderno gris. Editorial Destino. Barcelona, 2002. Pág. 280.
[Primera edición en Áncora y Delfín: octubre de 1975.]
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