Hemos salido algunas días para tomar el fresco -que no había- en la tarde noche de junio y la sensación de vivir en otro momento del año era intensa y un lugar común en las conversaciones. Con las tareas y cansancios, han sido semanas para el desmayo y cierto mareo compartido.
Ahora, cuando se va despidiendo el mes inaugural para el estío, es cuando nos llega el refresco mañanero y tormentoso... Y volvemos a la extrañeza, instalados finalmente en la estación de las cosechas.
Agradecemos la suavidad ante el rigor de las temperaturas elevadas, la lluvia aún cuando llega agolpada a los campos y el descanso reparador para las noches, en el discurrir cotidiano y todavía laboral.
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