Cuesta adaptar nuestro ritmo de atención y concentración a las situaciones que el día a día del trabajo presenta. Y vienen las novedades y tendemos a gastar más de la cuenta, que los olvidos se destacan y la espera nos toca.
Días de pasear en la ciudad para ver a un hombre leyendo en el banco en sombra de su calle preferida, Guzmán el Bueno o Fernando el Católico, alguna de ésas. Y los universitarios que se despiden en Moncloa para el almuerzo en casa.
Cuestiones y tareas, el niño que juega difundiendo el agua en la oficina inmensa, silenciosa. Su madre le coge en volandas, acaricia su espalda, le templa.
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