Y la explosión del encuentro que se hace bomba de sonido en la sonrisa que cierra y abre, abre y cierra tantas circunstancias buenas.
Es la diferencia lo que mejor sienta cuando se recuerda lo que empezó en propuesta. Un gesto pequeño que se agranda porque es fuente y grandeza, referencia. Del efecto racimo al que se convoca. Encuentro, experiencia inmensa. Delicadezas.
LA FLOR DEL CAMPO
¡Qué pura, Platero, y qué bella esta flor del camino!
Pasan a su lado los tropeles -los toros, las cabras,
los potros, los hombres-, y ella, tan tierna y tan débil,
sigue enhiesta, malva y fina, en su vallado solo, sin con-
taminarse de impureza alguna.
Cada día, cuando al empezar la cuesta, tomamos el
atajo, tú la has visto en su puesto verde. Ya tiene a su
lado un pajarillo, que se levanta -¿por qué?- al acer-
carnos; o está llena, cual una breve copa, del agua clara
de una nube de verano; ya consiente el robo de una
abeja o el voluble adorno de una mariposa.
Esta flor vivirá pocos días, platero, aunque su recuer-
do podrá ser eterno. Será su vivir como un día de tu
primavera, como una primavera de mi vida... ¿Qué le
diera yo al otoño, Platero, a cambio de esta flor divina,
para que ella fuese, diariamente, el ejemplo sencillo y
sin término de la nuestra?
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.: Platero y yo. Edicones Gernika. México D.F.
Capítulo L, página 64.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas Gracias