jueves, 10 de abril de 2014

Encuentros

Hemos chocado de otra manera los cinco, porque llegamos a cerrar otro ciclo intermedio, porque estamos aquí y nos alegra existir, compartir este momento.

Y la explosión del encuentro que se hace bomba de sonido en la sonrisa que cierra y abre, abre y cierra tantas circunstancias buenas.

Es la diferencia lo que mejor sienta cuando se recuerda lo que empezó en propuesta. Un gesto pequeño que se agranda porque es fuente y grandeza, referencia. Del efecto racimo al que se convoca. Encuentro, experiencia inmensa. Delicadezas.




LA FLOR DEL CAMPO

 ¡Qué pura, Platero, y qué bella esta flor del camino!
Pasan a su lado los tropeles -los toros, las cabras, 
los potros, los hombres-, y ella, tan tierna y tan débil, 
sigue enhiesta, malva y fina, en su vallado solo, sin con-
taminarse de impureza alguna.

 Cada día, cuando al empezar la cuesta, tomamos el
atajo, tú la has visto en su puesto verde. Ya tiene a su
lado un pajarillo, que se levanta -¿por qué?- al acer-
carnos; o está llena, cual una breve copa, del agua clara
de una nube de verano; ya consiente el robo de una 
abeja o el voluble adorno de una mariposa.

 Esta flor vivirá pocos días, platero, aunque su recuer-
do podrá ser eterno. Será su vivir como un día de tu
primavera, como una primavera de mi vida... ¿Qué le 
diera yo al otoño, Platero, a cambio de esta flor divina,
para que ella fuese, diariamente, el ejemplo sencillo y
sin término de la nuestra?


JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.: Platero y yo. Edicones Gernika. México D.F.

Capítulo L, página 64.

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