Cuando visitamos una institución, un edificio o una casa, ocurre que nuestra curiosidad se activa. Venimos preparados para la novedad, porque la decisión estuvo ahí, en nuestro pensamiento, para llevarnos al lugar. Escuchamos explicaciones y fijamos algún detalle singular, quizá su atmósfera nos lleve a otros ambientes conocidos que nos agradan o inquietan.
Para mañana viernes, otra visita. Y me doy cuenta de que la espera determina alguna de mis actividades para acogerles de la mejor manera. También mi ser, mi presencia, cuenta, y el lugar que un día eligiera. De las visitas y su huella.
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