Acabo de escuchar la pregunta que tuvo una respuesta inesperada, casual.
-¿Por qué no viniste ayer?
Era, en el acceso al edificio, como una estela que se alzaba para dar comienzo a la jornada escolar de hoy, viernes, que cierra la semana de lluvias esperadas.
Sin pensarlo, hice mías las palabras que iban de compañero a compañero de primero de la ESO, cuando el primero se adentraba en el vestíbulo de acceso a las tareas.
-¡Para dormir más!
De este modo, tan sorprendente como rápido, ocurrió la cosa, fue así como lancé la réplica inmediata, una más en el grupo que se desplazaba como reguero doméstico y habitual, cotidiano.
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