Llueve de nuevo con insistencia, dulcemente.
Las aves esperan los días fulgentes de la primavera, que llegarán, y nos devolverán la luz, en su alegría para la vida, exultantes en sus trinos y colores...
Recordaba ayer los paseos por El Campillo y sus rutas bordeando esta laguna que es la sede de un Centro de Educación Ambiental al que se puede acceder de forma gratuita y con reserva previa. Es una laguna artificial, como tantas otras en la cuenca del río Jarama. Está en Rivas-Vaciamadrid y cerca de otras cien o más o menos grandes.
Antiguas graveras cercanas a Madrid que producían los áridos con los que se ha venido construyendo la metrópolis. Barrios amplios que acogían la emergente salida del campo a la ciudad desde los años cincuenta en adelante. Y sigue la crecida. Y ocurrió que estos estos bancales se llenaron con agua de lluvia.
En los primeros dosmiles, las visitas a esta laguna del Campillo eran puntuales. Pensé que se habían olvidado aquellas citas y vuelvo a ellas con idéntica emoción, con renovadas ganas para insistir en el recorrido placentero por sus orillas, con los pájaros entonando sus canciones de puesta y otras conquistas.
En los primeros dosmiles, las visitas a esta laguna del Campillo eran puntuales. Pensé que se habían olvidado aquellas citas y vuelvo a ellas con idéntica emoción, con renovadas ganas para insistir en el recorrido placentero por sus orillas, con los pájaros entonando sus canciones de puesta y otras conquistas.
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