Sin darnos cuenta hemos ido adoptando una postura hacia las manos operativas que llama la atención cuando la observamos en los otros.
Ocurre cuando alguien va sentado y manipula su teléfono, su tableta, algo electrónico que requiere de su interacción fina con los dedos. Es un recogimiento casi religioso, de aceptación y contemplación milagrosa, porque en cuanto dejamos la actividad, vuelve la puesta en escena del control ambiental y de la defensa personal, liberadora.
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