Practicar el ser, conservar el paraíso propio, donde habito, en el aquí y el ahora que nos vamos dando.
Y desde el ser, la toma y el ejercicio cotidiano, de lo pequeño en nuestro vivir, de lo más grato y necesario: respirar, moverse al lugar preciso, hablar con el que tengo a mi lado, mirar el mundo que tenemos, escuchar los sonidos de la naturaleza en su tránsito. Siempre en movimiento nuestro cuerpo interior, nuestro yo alerta e integrado danzando desde el hoy al mañana próximo e inmediato, en proyección.
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