El frasco rojo tenía cuatro o cinco años. Ayer dejó de ser lo que físicamente ha sido durante una década, quizá, y se lo llevaron con su nombre genérico, en letras grandes, sobre un folio en blanco, rojo profundo, todavía, y perfumado.
Ha servido de contenedor y sustento para un tronco de Brasil hasta que sus raíces quisieron algo mejor, con mayor capacidad para el agua y sus nutrientes, porque el crecimiento se hacía necesario. En aquel momento, incertidumbre y lo más fácil, esconder su color en lo más alto del armario. Un envoltorio y a pasar el tiempo.
Desde el principio conozco su valor para quién lo destacara del grupo, cuando los aviones tenían nombre de compañía, que el logo se percibía en la distancia.
Una nueva oportunidad y su cuarto escenario de visibilidad.
La ruptura del hielo en la relación, la meta futura más o menos inmediata. Es así como se puede mirar un suceso que acontecía a primera hora, cuando las aves hacían sus primeros comunicados en el solar de las hojas secas, multiplicadas.
El frasco rojo de Yvonne, virtual, con historia. Hablamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas Gracias