martes, 20 de agosto de 2019

Mi única esperanza

"Hay que inventarse pasiones para ejercitarse." VOLTAIRE

Viviendo en el continuo espacio tiempo, escribiendo una página volandera, mecánica, tan sosa como pretexto, como fantasmal en su eco literario. Una gimnasia fatalmente aburrida, sin dirección marcada, sin proyecto.

América estaba en la cola del Centro Médico, Mery. Esperaba en el mostrador porque tiene que hacerse unos análisis de sangre. Compartimos el Club de lectura que organiza, desde hace más de un quinquenio, la Fundación Francisco Umbral en Majadahonda.

Un saludo frío, repetido, su desayuno en Sandino y mis pensamientos que van de la charla hipotética, si hubiéramos quedado en esperarnos. El vacío, la nada. No queríamos conversación cercana, cordial,  sincera. Ella y su grupo de presión en el grupo de lectoras que se enrosca en listado numerario desigual.

Me veo solitaria, arrinconada, y la tristeza puede más que la ilusión. Me cuesta compartir la cita lectora así, con ese ambiente enrarecido al que hemos llegado. Siento el desagrado que les causa la lectura de alguna de las obras que se eligen del maestro Umbral, una iniciativa ideal, desde el comienzo de la actividad lectora, que pudiera replantearse si ganase la batalla el grupete de veteranas antiguas en otra residencia. Vienen con los resabios de la Librería Altazor, donde durante algunos años, al calor del matrimonio que regentaba el negocio, sostenían una dinámica cultural abierta al público majariego, tan selecto. La pareja ha roto y se fue a la mierda la cita literaria. La esposa tomó las de Villadiego y las mujeres abandonaron al esposo que sostiene abierto su establecimiento  cultural, esperando clientes con su humor oscuro.


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