jueves, 22 de agosto de 2019

BOYHOOD

Emocionante viaje, confiadas vivencias, planificando realidad, en la ficción que se concreta y comparte, mimosa, cordial, exitosa y clara. Una experiencia estética que es performance alargada, un sueño que es obra de arte plural, un políptico en cuatro dimensiones, con el tiempo como protagonista esencial.

Es la década que inaugura el siglo XXI, es la vida de un niño en su ambiente familiar y norte-americano, el grupo humano y social que le sostiene y alimenta, en el que va tomando la fortaleza y las herramientas sociales y personales que utiliza, las que va reconociendo y ejercitando como pasión, en ese compromiso filial que le lleva, del que goza, al que, finalmente, se encara.

Una familia adolescente y desestructurada, un recorrido de esperanza y superación porque la madre estuvo ahí, a su lado, inquebrantable, en las necesidades diarias, en su cuidado y atenciones, también en el de su hermana mayor, tan cómplice y aventurera, activa. Ambos a merced de los que tenían cerca, y su padre entre ellos, modelo de hombre para el hijo, de su mano va resultando ser el eje estructural en sus relaciones íntimas con las chicas. Equilibrios y armonías, alegrías y confianzas mutuas, del padre en el hijo, del hijo en el padre, su baluarte, su mundo grande más allá de las angustias femeninas, de la cotidiana observación a la madre, abundosa en exigencias propias y contextuales, superada una y otra vez en las relaciones de pareja, en las que podía intuir fracaso y angustias, pena.

Década iniciática, adolescencia biológica y tecnológica, desnudez honrosa, una convivencia más o menos obligada, un posible paradigma. Una obra de arte, una película. Cine y realidad que van recreando una experiencia de vida singular, propia y plural, compartida en la producción, preparada para un espectador contemporáneo que se mira y entiende la épica de la obra, en su discurrir sencillo y menor, sin estridencias. Y los paisajes naturales que cierran y abren una relación nueva, otro encuentro, la vuelva de tuerca que es presente en la vida que se abre y expresa con miradas que se intuyen, que se esperan y están ahí, para el otro que es ya pareja de tiempo en el tiempo, vida. El hombre y la mujer regresan al encuentro se da otra década. Desde lo primigenio y esencial en la alegría y en plena naturaleza. 

Salimos del silencio y de la soledad, disuelto el miedo cuando el otro está ahí y me realza, reconoce y mira lo que yo no puedo ver ahora. Somos dos, yo también he visto su esfuerzo y sus deseos, donde la confianza y la esperanza anidan.

Cuidado y protección, alimento, nuestro cimentar poderoso con momentos de vida cuando niños y niñas en hermandad, tan extrañados y entregados, tan vulnerables y amantísimos, tan nosotros, a cada paso, tan extrañados y tristes, tan expectantes y confiados, tan humanos. Y la vida en el horizonte, más o menos definido y despejado, con más o menos valentía y ánimos. Adelante, en la esperanza de que estás ahí y podemos amarnos. 

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