Cuando se experimenta la paz propia, la personal, la que conseguimos sostener un día y otro, cuando esto llega, te llega también la grandeza de los silencios de amor en el otro, de los otros, que has compartido y te llevan de la mano cuando más lo necesitas.
Porque su fuerza llega y alienta, porque recurrimos a su recuerdo, si ocurrió en el pasado, porque frecuentamos su realidad si tenemos la suerte de que esta emoción sea compartida y personal, deliciosa, cálida.
Mañanas de abril que se convocan alegres y brillantes, vigorosas...
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