martes, 3 de abril de 2018

sueños


He soñado con mi madre esta noche. Nos adentramos en un río caudaloso y azul. Llegamos a sus orillas bajando por un sendero desconocido y salvaje. Íbamos a bañarnos.


La grandeza y claridad de su corriente. Sí, estábamos allí, pensando en el empuje de su caudal, recostadas en la pared de tierra que nos sostenía dulcemente. El majestuoso galopar de la masa celeste, el poderío de su movimiento interior, más presentido que observable, nos dejaba al margen de su impetuoso avance. Había gente en la zona, pero sólo teníamos ojos para el gran río, poderoso gigante…

Estuvimos en sus aguas y la experiencia era sorprendente grata, indescifrable, suficiente. Habíamos hecho el camino para la inmersión y comenzamos a subir por el sendero hasta la parte más alta y relajada, juntas y con las ropas secas, con naturalidad. 

Sin embargo, algo había llamado mi atención, en una de las piedras de la orilla,  y quise saber de su luminosidad destacable. Mi madre se quedó, esta vez, arriba. Empecé sendero ascendente sobre arena roja que se cortaba en pendiente. Tuve alguna dificultad en uno de los tramos zigzagueante, porque que se cerraba y necesitaba su apertura urgente. En aquella posición dudosa, desorientada e inestable, cuando estuve a punto de caerme, decidí cambiar el rumbo y bajé de la cumbre, de la zona desierta donde los asideros eran imposibles, giré hacia el valle.

Fue entonces cuando empezó a llover y el paisaje cambió radicalmente. Eran las formaciones rocosas de la Playa de las Catedrales, el mar y la lluvia lejana, refugiada en las galerías techadas que cubrían parcialmente el horizonte. Podía admirar otro panorama sorprendente.

Un doble salto mortal en el tiempo me llevaba del valle meridional, con el río Guadalquivir en su azul y esplendor mayestático, a la costa norte. Pensé que mi madre estaba más arriba y cómo encontraría un tranquilo acomodo, ciertamente. Yo, como en el cielo, disfrutando, la paz y la belleza, flotando... Ya el mar, ya el agua cayendo entre los arcos rocosos. Ya el río, inmenso en el azul caudaloso y fresco, generoso, porque estuvimos en él, contentas, a su lado. Alejarse de su fantástica orilla tenía peligro, la velocidad de su curso en remolinos, por ejemplo.

Era el sueño segundo. Antes, había sido el turno de varios ensayos en el canto , el avance en los pasos definidos.


Puedo decir que la realidad ha sido muy diferente. He dormido mal, me he despertado en tres ocasiones y me he levantado otras tantas. 

Cené tarde, boquerones en vinagre caseros con el pan de barra de Amasa, que me gusta tanto. El sueño llegaba más allá de las dos de la madrugada. Durante el día, vivencias emocionantes sazonadas de encuentros, presentaciones y saludos, tras la compartida Semana Santa, en la primera Semana de Pascua. Sí, mucha agitación y alegría, algunos proyectos, ciertas esperanzas… 

Hemos puesto bases amorosas en el principio y ahora queda todo por hacer... Sí, en la confianza. De lo que se trata.

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