miércoles, 13 de abril de 2016

Giros

El cuadro de Henry Matisse, La Danza, es una obra conocida en el mundo del arte por su grandeza y simplicidad, por su atrevimiento. Algo menos famosa pudiera ser su obra La música, e igualmente valiosa, por otro lado, como nos lo cuenta EL CUADRO DEL DÍA, un blog en el que encuentro palabras que relacionan ambas pinturas. Son éstas:



Henri Matisse - “La danza” y “La música (1909 /1910, óleo sobre lienzo, 260 x 389 cm, Museo Hermitage, San Petersburgo).

Dos cuadros gigantescos, una pareja de lienzos pintados por Matisse para un coleccionista ruso llamado Sergei Shchukin de San Petersburgo.
Llama la atención en estas obras los colores tan intensos utilizados por Matisse: el azul cobalto del cielo, el verde turquesa de la hierba de la colina y el rojo anaranjado de las figuras. Matisse pinta uno de sus temas fetiche: el regreso a la mítica Edad de Oro, donde los hombres éramos felices como perdices y podíamos perder el tiempo despreocupadamente, bailando y cantando sin parar.

Es  muy interesante el contraste entre los dos cuadros. Las figuras de "La danza” están cogidas de la mano y bailan el corro de la patata a una velocidad frenética, como si estuviesen en trance. Mientras que las figuras de “La música” están estáticas, completamente aisladas unas de otras, concentradas en su interpretación musical. 

Las dos obras son peligrosamente contagiosas. Si miramos la primera nos entrarán unas ganas locas de agarrar por las manos al primero que pase y ponernos a dar vueltas. Y si miramos la segunda pintura, sentiremos un impulso irrefrenable de abrir nuestra boquita de piñón, como hacen los hombrecillos de Matisse, y empezar a cantar a voz en grito.



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